?Quién no ha sentido alguna vez en su vida la frustración más intensa por un viaje que sale rematadamente mal? ?Quién no se ha preguntado en qué maldito momento tuvo que dejar la paz de su ciudad, de su hogar o de su coche en medio de un cómodo y previsible atasco? S¡, son aburridos, un poco desesperantes, pero perfectamente previsibles y seguros. Creemos que hay pocas posibilidades de que en un atasco tengas que enfrentarte a un zombi con remordimientos, de que algún subenestrujenbajenses te dé la lata con sus decenas de religiones aleatorias, de sufrir las consecuencias de escribir el pregón más dif¡cil del mundo o de que un pelmazo te torture con los ÂôacordesÂö que arranca de una pobre guitarra. Reconozcámoslo, aparentamos odiar esas filas interminables de coches embotellados, pero sabemos que al menos estamos a salvo de cualquier incidente que altere nuestra aburrida existencia. Por eso decimos alto y claro: ¡Benditos sean los atascos de Madrid!
