El viaje apostólico de Juan Pablo II a India ha sido el itinerario más amplio realizado por el Papa en una sola nación. Durante diez largos días ha visitado catorce ciudades a lo largo y ancho del inmenso subcontinente asiático y ha pronunciado treinta y nueve discursos. Como puntos culminantes de su predicación hay que destacar la primacía del espíritu y del destino trascendente del hombre, peregrino del Absoluto; el respeto debido al trabajo, incluso al más humilde; la inculturación de la fe y la evangelización de las culturas, la unión de todos los creyentes en Cristo y el diálogo con las religiones no cristianas. Pero esta peregrinación apostólica ha sido sobre todo un encuentro de amor y de esperanza con el mundo de los pobres: los que soportan impotentes el peso de la injusticia y el subdesarrollo y, también, los oprimidos por la pobreza moral y espiritual que amenaza la libertad y la dignidad de la persona humana. A todos ellos ha llevado el Papa la Buena Nueva de la salvación y la palabra liberadora que sólo Cristo puede ofrecer.
