Immanuel Kant no es la obra más conocida de su autor, pero sÃ, desde luego, la más cómica. Todo es en ella anacrónico y disparatado, pero serÃa un error pensar que se trata sólo de una sucesión de chistes de loros en la cubierta de un transatlántico de lujo que se dirige a Nueva York. Bernhard ?como antes sus compatriotas Raimund o Nestroy? sabÃa ofrecer las cosas más atroces envueltas en carcajadas.
En cuanto a la serie de siete dramolette que encabeza Comida alemana, Thomas Bernhard utiliza ese género breve, en el que fue maestro, para decir barbaridades de los alemanes. Los tres primeros, escritos en dialecto cerrado de la Alta Baviera, exigen una difÃcil opción para ser representados (utilizar un dialecto español existente, inventarse un dialecto nuevo o resignarse, como se ha hecho aquÃ, a un español más o menos coloquial), pero los cuatro restantes sólo requieren talento.