Un gesto tan simple como descolgar el teléfono puede cambiarte la vida en un segundo. Para bien o para mal. Y cuando quieres darte cuenta estás, frente a frente, en plena guerra con los miedos que viven desde hace tiempo bajo tu cama. Pero no estás solo. No los conoces o, al menos, no crees conocerlos, pero te rodean personas que, en silencio, también libran su propia batalla. A veces, la mejor forma de ganar es compartir el peso que llevas en el pecho, otras veces, convencerte de que bajo esa máscara de miedos se oculta un lobo dispuesto a liderar a quienes sueñan con un mundo mejor. Esos que un día se creyeron derrotados por la vida, pero descubren que, unidos, pueden curar las heridas tatuadas en el alma y en la piel.
