Nosotros no somos como ellos. Nosotros existimos sólo aquí, en nuestro nido, en esta madriguera de amor y sexo. Aquí donde los contornos de la luz se difuminan y sus haces se diluyen junto al nosotros. En ningún otro lugar. Somos lo que somos: flores de acantilado que bailan al borde del precipicio. Expuestas a los elementos, pero no suicidas. Prisioneros de nuestro propio paraíso.
Si hay dos palabras que definen a los amantes son desorden y obsesión, ambas contenidas en una geometría existencial en forma de bucle. Los amantes son, el uno para el otro, pura nicotina, el principio activo del que están hechas sus ganas; y la periferia -ese espacio que contiene lo más hermoso y sórdido del amor y la realidad se reinventa-, el lugar donde se entregan con pasión a sus tareas amatorias.
Amor y sexo como fuente inacabable de desórdenes púbicos; como emoción que se perpetra sin comprenderla.
Porque ¿qué es si no ser amante y ser secreto; ser periférico y clandestino?
Los amantes... La novela negra del amor.
