¿Cómo es que un sistema cognitivo del que se dice no habrÃa surgido para conocer, sino para sobrevivir, ha venido a conocer tantas cosas evolutivamente inútiles y -por qué descartarlo hoy- hasta nocivas para la supervivencia de la especie? El saber filosófico despierta, dirán Aristóteles o Hegel, una vez satisfecho lo necesario para la existencia. Puede incluso que la superfluidad sea esencial a la cultura, pues lo superfluo es para el hombre, según la expresión de Voltaire, «cette chose si nécessaire!». Ese desequilibrio entre utilidad natural y uso cultural de la razón avala bien el rechazo a ver en ésta un elemento más de la naturaleza. Aceptarlo obligarÃa a normalizar su estudio y -consecuencia o premisa inevitable- a naturalizar su concepto. Ambas cosas conllevarÃan además una incursión, insolente no sólo para el filósofo, de las ciencias particulares en los dominios tradicionales de la filosofÃa, dominios con tanta acucia conseguidos a lo largo de su historia. No obstante, quienes estén convencidos de que la naturalización de la razón equivale al suicidio de la filosofÃa, y la rehúsen por ello, deberÃan sopesar antes las razones por las que habrÃa de ser preferible salvar la filosofÃa a naturalizar la razón. Tal vez descubran al paso qué ancestral, qué prefilosófica es su idea de la filosofÃa.Julián Pacho ha enseñado FilosofÃa Renacentista y Moderna en la Universidad de Múnich, por la que es doctor. Actualmente profesor de la Universidad del PaÃs Vasco (FilosofÃa Antigua, OntologÃa y FilosofÃa Alemana), es autor, junto a otras publicaciones más o menos directamente relacionadas con la historia del concepto de "razón", de un comentario a las Meditaciones de R. Descartes (Ontologie und Erkenntnistheorie des Cartesianischen Systems, Múnich, 1980).