A lo largo de las crónicas y breves ensayos literarios que componen este volumen, Alejandro Zambra hilvana, acaso sin proponérselo, una singular teorÃa de la lectura. Ya sea en el comentario sobrio y refinado de un determinado libro, o en las digresiones biográficas nacidas de los apuntes sobre tal o cual autor -desde Parra, Levrero y Pavese hasta Millán, Ribeyro y Tanizaki, pasando por Bolaño, Natalia Ginzburg y Puig-, el hecho mismo de leer ocupa el centro de estas páginas, en las cuales el estilete vehemente y bienhumorado contra los lugares comunes y las imposturas se alternan con la celebración intimista y sosegada de haber leÃdo algo verdadero. El tÃtulo del libro es un generoso engaño que alude al momento en que Zambra dejó de ejercer la crÃtica literaria semanal y comenzó a experimentar, como él mismo dice, el placer de no leer ciertos libros, lo que le permitió abrazar otras lecturas, más reposadas pero también impetuosas, de obras menos habituales en la agenda periodÃstica. Como en sus novelas y poemas, Alejandro Zambra despliega aquà un estilo que hace de la ambigüedad, la contención y la vacilación valores irremplazables, ofreciendo, antes que una fatua última palabra, la sugerencia de que algunos libros nos incumben de manera sustancial, y, a la vez, dibujando una suerte de autorretrato en espejo convexo: la imagen de un escritor -y lector- ejemplar, rodeado por su biblioteca llena de espectros y afectos.