En Sonetos terminales hay destellos del pasado que vuelven a la memoria como recuerdos marchitos de la juventud. "Griselda Álvarez semeja un Rembrandt anciano -apunta Jaime Labastida- que se mira en el espejo y se retrata sin concesión a la vanidad, pues ve el paulatino avance de la edad en su rostro. Sin embargo, la actitud de esta mujer ante su vejez es jovial y risueña."