«'Ciudad del hombre: New York' es un libro coral. En cierto modo su espíritu es whitmaniano; como Whitman, el poeta es aquí "un cosmos" y es "hijo de Manhattan". Los textos pueden leerse o bien como fragmentos de un diario íntimoùque contendría además, a retazos, una autobiografía fragmentaria, en parte real y en parte ficticia al parecerùo bien como breves monólogos autónomos de múltiples personajes distintos, cada uno con su propia vida, cada uno con su propia opción moral. Cierto que algunas de estas vidas o morales se emparentan, mas otras se contraponen violentamente; las más, al cabo, se complementan. Lo característico, lo distintivo de los textos es, en suma, esta huidiza ambigüedad. Quien habla es un solo hombre y muchos hombres a la vez; quien habla es el poeta y sus voces, esos a modo de heterónimos sin nombre ni rostro, definidos sólo por su ubicación en Nueva York: heterónimos epónimos.»«'Ciudad del hombre: New York' es un libro coral. En cierto modo su espíritu es whitmaniano; como Whitman, el poeta es aquí "un cosmos" y es "hijo de Manhattan". Los textos pueden leerse o bien como fragmentos de un diario íntimoùque contendría además, a retazos, una autobiografía fragmentaria, en parte real y en parte ficticia al parecerùo bien como breves monólogos autónomos de múltiples personajes distintos, cada uno con su propia vida, cada uno con su propia opción moral. Cierto que algunas de estas vidas o morales se emparentan, mas otras se contraponen violentamente; las más, al cabo, se complementan. Lo característico, lo distintivo de los textos es, en suma, esta huidiza ambigüedad. Quien habla es un solo hombre y muchos hombres a la vez; quien habla es el poeta y sus voces, esos a modo de heterónimos sin nombre ni rostro, definidos sólo por su ubicación en Nueva York: heterónimos epónimos.»