Opera prima de Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia es una obra intrépida y chispeante, llena de arrojo intelectual y entusiasmo juvenil, que desconcertó y fue malinterpretada por sus contemporáneos. El propio Nietzsche la calificó quince años después como un libro imposible por la ambigüedad de su estilo. En ella, el joven catedrático universitario de FilologÃa Griega enfocaba un problema en apariencia de corte académico y filológico como el de los orÃgenes de la tragedia griega. Pero lo hacÃa con tal audacia en su planteamiento, que su tesis traspasaba los lÃmites de la filologÃa clásica para ofrecer una visión metafÃsica y existencial del arte como producto de la tensión, la alternancia y la fusión de dos principios opuestos: lo apolÃneo y lo dionisÃaco, luz y oscuridad, razón e instinto, serenidad y embriaguez, orden y caos. El resultado fue una obra fascinante, notablemente hÃbrida y con una temeraria capacidad imaginativa, construida con datos filológicos y arqueológicos pero vivificada de un extremo a otro por un empeño filosófico. En todo caso -escribió su autor- aquà habla una voz extraña, el apóstol de un dios desconocido, pertrechado provisionalmente con el birrete de doctor; habla aquà el espÃritu repleto de exigencias nuevas y aún inominadas, una memoria hinchada de interrogantes, de observaciones, de obscuridades; aquà habla algo como un alma mÃstica, un alma de ménade que, atormentada y caprichosa, y casi irresoluta sobre si debe escaparse o entregarse, balbucea en cierto modo un extraño lenguaje.