La bibliografÃa dedicada a la Constitución de Cádiz es verdaderamente oceánica. En 1855, en sus famosos artÃculos sobre la ôEspaña revolucionariaö publicados en el New York Daily Tribune, Karl Marx escribió que existÃa ôtoda una biblioteca en pro y en contra de la Constitución de 1812ö. Sin embargo, con la persecución de la obra de Cádiz y su posterior mitificación, ni los historiadores del siglo XIX ni los del XX se percataron de aspectos que hoy nos parecen fundamentales sobre la Constitución de 1812 y que quedan todavÃa por dilucidar en nuestra incipiente cultura constitucional. Prueba de ello es que hasta ahora nunca se ha escrito un libro crÃtico sobre ella, ni menos aún una edición anotada de las ôpreciosas páginasö de nuestra Constitución. En doscientos años de historiografÃa polÃtica y constitucional ha faltado el escalpelo ûque en su dÃa manejó con suma destreza José MarÃa Blanco White en sus Cartas de Juan Sintierra- para analizar y explicar de manera crÃtica el significado de su obra y las razones de su fracaso a la hora de aplicarla. Un asunto del mayor interés cuando, al conmemorarse su bicentenario, con la obsesión existente por las ôhistorias de la identidadö, con tanta frecuencia nos amenaza el espejismo de creer que la Constitución de 1812 fundó la ôcivilización polÃticaö gracias a la cual la España contemporánea se hace inteligible.