Mi corazón no es una puerta carece de estructura temática lineal, el autor salta de un tema a otro sin ceñirse a una preocupación concreta, no desarrolla ni siquiera esboza una tesis, se limita a mostrarnos un puñado de poemas, impecablemente escritos, que nos invitan a perdernos por unos instantes en su tortuoso universo personal. El poeta asume, sin enfatizar, la defensa de su individualidad, la duda, la soledad, la locura, la paternidad, la angustia y el dolor, inherentes a la existencia, los problemas personales y la cotidianidad perfilan un ciudadano con apetencias nuevas; nuevas formas de entender las relaciones humanas y la cultura, la historia, la política, etc..., todo esto hay que contextualizarlo frente al talante hegemónico al que ha estado sometida la cultura y la creación artística cubana en general, desde finales de los años setenta hasta principios de los ochenta.
